Victor Hugo: compromiso y Drama Romántico
La literatura es
la expresión de la sociedad, como la palabra es la expresión del hombre[1]
.Sociedad y compromiso
La cita de Louis de Bonald que abre esta
exposición, resume en pocas palabras el sentido de la teoría y de la creación
literaria de todos los tiempos. Los estudios literarios, de cualquier época,
siempre están unidos a las corrientes estéticas y a las producciones literarias
de su tiempo. Los orígenes de los modernos estudios de estudios de historia y
de crítica literaria se sitúan a principios del siglo XIX y se identifican con
la llegada del movimiento romántico. Esta unión no es casual, si tenemos en
cuenta que es en esta época cuando la conciencia histórica comienza
desarrollarse, dando lugar al nacimiento de ciencias humanas como la
lingüística, la etnografía, la historiografía o la antropología.
A principios del siglo XIX, Madame de Staël
demuestra ya en su obra De la Littérature
que la literatura está íntimamente ligada a los aspectos de la vida colectiva
del hombre. De esta forma, se desprende
la idea de que cada época posee una forma literaria que le es propia y que está
en relación con las leyes, la religión y las costumbres. La autora defiende
también la necesidad de estudiar los hechos literarios a la luz de sus
relaciones con otros fenómenos de la civilización y de la cultura de cada
período histórico; se trata de la única manera de comprender, de teorizar y de
juzgar las diferentes expresiones y experiencias artísticas.
En la perspectiva romántica, cada historia
particular no constituye un hecho independiente y aislado, sino que participa –
y debe participar- de otras historias hacia el conocimiento completo de la
actividad humana, en un espacio y en un tiempo determinados. Así pues, la
crítica romántica integró el estudio de la literatura en el estudio de la
civilización general, identificando a los autores y sus obras con los
movimientos espirituales y culturales de su época, con los acontecimientos
políticos de su tiempo y con la época en la que evolucionan.
El Romanticismo francés, en concreto, abre el
camino hacia un amplísimo abanico de temas susceptibles de ser abordados. Las
posibilidades de reflexión y de análisis son casi infinitas. Sin embargo,
durante mi recorrido personal, he desarrollado una especial predilección, o
incluso, una fuerte sensibilidad hacia la figura de Victor Hugo, hacia lo que
el autor represente en su contexto social y artístico, así como la importancia,
sin precedentes, de su obra teórica, donde el autor muestra un fuerte
compromiso con el ámbito social
Victor Hugo, el genio del Romanticismo
Para sintetizar,
diremos que el movimiento romántico se caracteriza por la expresión emocional
de una intimidad en constante conflicto con los elementos externos, la realidad
y el destino. Se trata de una corriente fuertemente idealista, individualista y
subjetiva, donde la realidad se percibe a través de las sensaciones más
íntimas, las emociones y los sentimientos. El Romanticismo es la expresión, por
tanto, de la contradicción inherente del individuo que mantiene una lucha
constante entre su “yo” y la realidad, un individuo que defiende el desafío de
los límites racionales, espaciales y temporales, que defiende la introspección,
el ensueño y la imaginación y que lucha contra el conservadurismo lingüístico y
estético. A este respecto, El prefacio de Cromwell se convierte en una obra
sintomática de las teorías románticas, un verdadero manifiesto del movimiento
romántico.
La figura de
Victor Hugo, en el panorama literario, resulta seductora entre otras, por dos
circunstancias. Por una parte, la obra de este autor es casi tan larga como su
vida y ocupa, además, todos los géneros literarios. Por otra parte, Hugo es
considerado como el padre del Romanticismo por su implicación en el movimiento,
su defensa y su teorización.
Definiéndose,
ante todo, como poeta de inspiración esencialmente romántica, Hugo reivindica
la libertad de temas y formas. Es sensible a la naturaleza, al tiempo, pero
también a los temas de orden político, como es el caso de la patria, la
libertad o la sociedad. Hay que señalar que toda su obra se verá marcada por su
implicación en la lucha social.
Considerado como
el teórico y el iniciador del drama romántico, Victor Hugo elabora un teatro
donde se encuentran las características de su obra novelística y poética, como
es el caso del gusto por los contrastes en la mezcla de géneros o en la doble
identidad del héroe, el lirismo en la pintura del amor, etc. Para justificar el
principio de la “mezcla de géneros” , del que hablaremos más adelante, cabría
señalar que los contrastes y los combates caracterizan el amplio universo de
este autor, que se encuentra dominado además por el juego constante de la
antítesis.
Estos contrastes
están ligados a la idea de que todo elemento procede de la lucha dualista entre
el bien y el mal; de esta forma, la sombra se opone a la luz, a la generosidad
el vicio. Las batallas entre dos seres, entre dos conceptos o entre dos principios
son frecuentes en la obra de Hugo. Dichos conflictos pueden, como es el caso de
su poética, entrañar el progreso, la evolución. Es justamente esta concepción
dualista de la realidad la que marcará la literatura de Hugo, sobre todo, el
encuentro entre lo grotesco y lo sublime, así como la mezcla de géneros que
fundan, como veremos, el principio del drama romántico.
De esta manera las dos electricidades opuestas de la
comedia y de la tragedia se encuentran y la chispa que surge de ellas, es el
drama[2].
Victor Hugo, el padre del Drama Romántico
La configuración el drama romántico, como género
independiente, se sitúa en el primer cuarto del siglo XIX y supone la ruptura
radical con las formas teatrales precedentes. La llegada de esta forma dramática
tiene lugar en medio de un contexto social y artístico susceptible de ser
contestado, a causa de las tensiones políticas y de orden social.
El drama romántico defiende la superación de
las normas y reglas del teatro clásico, fundado sobre el principio de la “bienséance”, la verosimilitud y las
reglas de unidad de tiempo, lugar y acción, consideradas, a partir de ahora,
como auténticos lastres para la creación literaria. El objetivo será, por
tanto, representar al hombre y su entorno en toda su complejidad y totalidad
para, de esta forma, dar cuenta de sus contradicciones. Esta voluntad de
expresar la totalidad, da lugar a la mezcla de géneros, de tonos, o incluso, de
registros de lengua. Se trata de un género propiamente romántico, por la puesta
en escena de la sensibilidad acordada a una época inestable y por la reflexión
sobre los ámbitos político y social.
Stendhal, en su obra Racine et Shakespeare defiende ya la
necesidad de expresar en el teatro los hechos « que han sucedido ante
nuestros ojos »[3], es decir, la necesidad de orecer al público temas reconocibles y próximos
a su realidad. Sin embargo, para encontrar las verdaderas raíces del drama
romántico, hay que ir a buscar en los Prefacios
de Victor Hugo. Se trata de verdaderos manifiestos, donde la teorización de
este género se hace perceptible.
Breve análisis de
las obras teóricas
En este momento de confusión y de tormenta literaria, ¿a
quién hay que representar, a los que mueren o a los que combaten?[4]
El « prefacio », desde un punto de
vista estrictamente técnico, pertenece a lo que denominamos como
« paratexto » de la obra en cuestión, teniendo como objetivo
desarrollar o justificar aspectos que conciernen al fondo o a la forma.. À cette époque, et notamment chez
Victor Hugo, les préfaces saisissent par leur longueur et par leur engagement
du côté des revendications, justifications et argumentations. Los prefacios de
Hugo constituyen auténticos manifiestos con un carácter crítico, polémico y
extraordinariamente innovador.
Como ya hemos remarcado en varias ocasiones,
Victor Hugo puede ser considerado como el padre del Romanticismo francés y, más
concretamente, como el iniciador del drama romántico. Aunque, si avanzamos un
poco más, podremos afirmar que estamos ante el revelador de la teoría literaria
que cambiará su siglo, el precursor de la batalla más polémica del panorama
literario de la época.
El Drama
Romántico: El Prefacio de Cromwell
Entre las tres
obras objeto de este breve análisis, el Prefacio de Cromwell contiene el corpus
teórico más abundante y notable. En primer lugar, cabe destacar que la fecha de
aparición de esta obra coincide con el comienzo de la axiomatización, por parte
del autor, de lo que más tarde dará lugar al drama romántico, en tanto que género
independiente.
En este prefacio,
Hugo formaliza su “teoría del drama”. El autor recurre a la dualidad intrínseca
del hombre y de la naturaleza, sus contrastes inherentes, así como sus
contradicciones. La poesía debe responder, por tanto, a estas circunstancias;
ésta debe ser el reflejo de la totalidad de esta experiencia. Además, y para
reforzar este principio, hay que unificar lo grotesco y lo sublime, asociar los
tonos y los géneros, siempre en busca de una representación de la realidad, los
seres y las cosas, total y completa.
Desde el día en el que el cristianismo dijo al
hombre : « Tu eres doble, (…)”; desde ese día se creó el drama. (…)
La poesía nace del cristianismo, la poesía de nuestro tiempo es, por tanto, el
drama ; el carácter del drama es lo real; lo real resulta de la
combinación natural de dos tipos, lo sublime y lo grotesco, que se cruzan en el drama, como se cruzan en la vida y en la
creación[5].
En cualquier
caso, lo que constituye el aspecto más remarcable, lo que recorre todo el
texto, es el concepto de libertad creadora. Después de haber defendido la
superación de las reglas, la abolición de toda norma reductora de la creación
artística, la exaltación de una lengua francesa rica, dinámica y vivaz, Hugo
defiende la renovación de los dogmas literarios, la autonomía en la producción
literaria y, ante todo, la libertad.
El papel del
público : El Prefacio de Ruy Blas
En este caso, el
autor comienza su obra identificando al público que, según él, está compuesto
por tres tipos o “especies”.
En primer lugar,
el autor define al grupo de mujeres, caracterizado por la pasión, la búsqueda
de emociones y el gusto por el placer del corazón. Ellas esperan ser conmovidas
y el artista debe, por tanto, responderles mediante la tragedia, que es el
análisis de las pasiones.
En segundo lugar,
el autor habla de la especie de los pensadores, que buscan el placer del
espíritu, mientras son enseñados. Este tipo se reconoce en las meditaciones y
se verá satisfecho con la comedia, encargada de representar a la humanidad.
Finalmente,
encontramos a la muchedumbre, el pueblo, que busca emociones, acción y el
placer de divertirse. Según el autor, el melodrama es el género que corresponde
a este tipo de especie.
Según esta axiomatización
se desprende la pertinencia de la mezcla de géneros. Para Hugo, el público es
un conjunto heterogéneo que presenta motivaciones divergentes antes una obra de
teatro cualquiera. Es, justamente, la complejidad del público, tenida en cuenta
en su conjunto, lo que dará lugar a la oportunidad de expresar la totalidad en
el drama. El autor debe, por tanto, saber responder a las necesidades y a las
expectativas de su público, debe ser capaz de ofrecer todo lo que su público le
reclama.
De esta evidencia se deduce la ley del drama (…) crear es
hacer vivir, en las condiciones combinadas del arte y de la naturaleza, de los
caracteres, es decir, y nosotros lo repetimos, de los hombres; en estos
hombres, en estos caracteres, lanzar las pasiones que desarrollan aquellos y
que modifican a ésta, (…) hacer salir de la vida humana, es decir, de los grandes acontecimientos, pequeños,
dolorosos, cómicos, terribles, que contienen para el corazón este placer que
llamamos interés, y para el espíritu esta lección que llamamos moral: tal es el
objetivo del drama.[6]
Tolerancia y
Libertad: El Prefacio d’Hernani
En este momento de confusión y de tormenta literaria, ¿a
quién hay que compadecer, a los que mueren o a los que combaten?[7]
Esta citación que
abre el prefacio constituye una verdadera declaración de intenciones, al mismo
tiempo que subraya el carácter y el temperamento de Victor Hugo. Aunque el
autor se refiere al joven poeta Charles Dovalle muerto en duelo, esta fórmula
llega en un momento decisivo y abre la vía de lo que será la batalla estética y
literaria que jamás haya conocido el siglo XIX.
Desde un punto de
vista cronológico, la publicación y la subsecuente revolución que encarna la
obra Hernani, inauguran la segunda fase de la corriente romántica en Francia,
dominada por las tensiones, las provocaciones y las reivindicaciones más
profundas y comprometidas. Gracias a esta obra, Hugo se corona como padre del
romanticismo y como escritor de enorme éxito. Su prefacio constituye el
manifiesto de los modernos y todo un canto a la libertad creadora y a la
tolerancia. El Prefacio de Hernani supone la conmoción de la teoría literaria
de la época y el texto original fue retocado por la censura incluso antes de su
representación. El día del estreno de la obra, el 25 de febrero de 1830, tiene
lugar la famosa batalla que enfrentó a los modernos, liderados por Théophile
Gutier, contra la oposición clásica.
Además del Prefacio de Cromwell, considerado como
el manifiesto del drama romántico, el Prefacio
de Hernani presenta, por su parte, varias características del género, como
es el caso del abandono de las unidades de tiempo y de lugar. En este drama, la
acción se prolonga durante varios meses y se encuentra entre la intriga
sentimental y la intriga política, además, nos desplazamos en el espacio en
varias ocasiones. Por otra parte, Hugo reclama el gusto romántico por “el color
local”. El personaje de Hernani constituye el ideal romántico: solitario y
fragilizado por su sentido exacerbado del honor, se encuentra determinado por
la fatalidad y el destino que lo empuja a la muerte, después de haber vivido un
amor sublime e imposible. Por supuesto, en esta ocasión encontramos de nuevo la
mezcla de géneros y tonos.
Victor Hugo comienza
por definir el sistema político ideal: el Liberalismo. Según él, y entendiendo
que la literatura debe ser el reflejo y el producto directo de la sociedad, la
libertad política y la libertad literaria van de la mano; la segunda constituye
el resultado natural y lógico de la primera. De esta forma, hay que buscar y
luchar por la libertad de la sociedad y, por consiguiente, por la libertad en
el arte. Esta pugna en busca de la libertad y de la verdad constituye
toda una revolución.
En revolución, todo movimiento hace avanzar. La verdad y
la libertad tienen aquello de excelente que todo lo que se hace por ellas y
todo lo que se hace en contra de ellas les sirve igualmente. (…) Al pueblo
nuevo, arte nuevo. [8]
Finalmente, el
autor llama, una vez más, al papel y la importancia del público respecto a la
dirección que la nueva literatura debe tomar. El público debe sentir que la
sociedad en la que evoluciona está, por una parte, dominada por esta libertad y
que se mantiene, por otra parte, fiel a la realidad. A través del liberalismo
literario, el público alcanzará el liberalismo social; la obra de teatro se
convierte por tanto, en instrumento de persuasión, de conocimiento y de
difusión de la ideología romántica.
Después de la « Batalla
de Hernani », la obra obtiene un enorme éxito y su autor se consagra
definitivamente como la encarnación del movimiento romántico. Se trata de la
victoria de la verdad, la novedad y la libertad.
El alcance de un
temperamento como el de Victor Hugo se expande, no sólo a lo largo de su época,
sino también en el panorama literario de todos los tiempos.
La Perra
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