Guern-Irak



En enero de 1937, el Gobierno de la República Española encargó a Picasso un gran cuadro de 11X4 que presidiría el pabellón español de la Exposición Universal de Paris, ese mismo año.

El 1 de mayo, el pintor malagueño abordó el encargo, realizando hasta 62 esbozos, hasta que, el 10 de mayo comenzó a pintar su gran obra. Todo el proceso, que tuvo lugar en un ático del número 7 de la rue des Grands Agustins, fue minuciosamente fotografiado y documentado por su entonces compañera, Dora Maar.




El 26 de abril, la localidad vasca de Guernika fue bombardeada y arrasada por la Legión Cóndor alemana. La noticia llega hasta los españoles residentes en París y la prensa francesa se hace eco de la barbarie. Los críticos y expertos de todos los tiempos, coinciden en el hecho de que las imágenes en blanco y negro, representando el horrible ataque y la destrucción indiscriminada de la población civil, constituyeron para el artista una inagotable fuente de inspiración.

En el Guernika de Picasso no hay bombas, no hay sangre… sólo barbarie, dolor y desesperación. La obra quedará, para siempre, en el imaginario colectivo como el símbolo antibelicista de todos los tiempos, un alegato contra la barbarie de la Guerra Civil española y de todas las guerras que se sucederán.


Menos conocida es la faceta de poeta del pintor malagueño. Sin embargo, además de su inconmensurable legado pictórico, Picasso nos dejó también hermosas y enormes composiciones poéticas, tintadas de una belleza extrema y de una surrealidad infinita.

En 2008, Enrique Morente, que ya había sentado las bases del flamenco-fusión-surrealista con su enorme obra Omega (a partir de textos de Poeta en Nueva York de Federico García Lorca), retomó las poesías de Picasso y las envolvió de la majestuosidad del cante flamenco más puro en el disco Pablo de Málaga. 


Este disco se abre con el imponente tema Guern-Irak, una desgarradora seguirilla, basada en un texto del propio Picasso, al que el maestro Morente le imprime, al propio texto y al recuerdo de su cuadro, una sensibilidad y una fuerza desgarradoras. Los quejíos de la seguirilla, quizá el cante más doliente, plañidero y profundo de toda la genealogía del cante flamenco, dibuja los trazos sombríos del Guernika, recordando, al mismo tiempo, a través de una musicalidad sorprendente, el desgarro de la Guerra Civil española o la barbarie de conflictos más recientes, como el de Irak.

Enrique Morente, una vez más, absorbe, bebe e interioriza la obra de un maestro mezclando, de forma casi sinestésica, poesía, pintura y flamenco. 


La Perra

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