Estás tú la inmolada, tú la que yo espero



En la noche están naturalmente las siete maravillas 
del mundo y la grandeza y lo trágico y el encanto.
Los bosques se tropiezan confusamente 
con las criaturas legendarias escondidas en los matorrales.
Estás tú.
En la noche está el paso del paseante
y el del asesino y el del agente de policía
y la luz de la farola
y la de la linterna del trapero.
Estás tú.
En la noche pasan los trenes y los barcos 
y el espejismo de los países donde es de dia.
Los últimos alientos del crepúsculo 
y los primeros estremecimientos del alba.
Estás tú.
Un aire de piano, el estallido de una voz.
Un portazo. Un reloj.
Y no solamente los seres y las cosas y los ruidos materiales.
Sino también yo que me persigo o sin cesar me adelanto.
Estás tú la inmolada, tú la que espero.
A veces extrañas figuras nacen 
en el momento del sueño y desaparecen.
Cuando cierro los ojos, 
las floraciones fosforescentes aparecen 
y se marchitan y renacen como fuego de artificios carnosos.
Países desconocidos que recorro en compañía de criaturas.
Estás tú sin duda, oh bella y discreta espía.
Y el alma palpable de la extensión.
Y los perfumes del cielo y de las estrellas 
y el canto del gallo de hace 2000 años
y el grito del pavo real en los parques en llamas y besos.
Manos que se aprietan siniestramente en un aluz descolorida 
y ejes que chirrían sobre los caminos del espanto.
Estás tú sin duda a quien no conozco, 
a quien conozco al contrario.
Pero que, presente en mis sueños,
te obstinas en dejarte adivinar en ellos sin aparecer.
Tú que eres inalcanzable
en la réalidad y en el sueño.
Tú que me perteneces por mi voluntad 
de poseerte en ilusión 
pero que no acercas tu rostro al mío
sino cuando mis ojos se cierran al sueño como a la realidad.
Tú que en despecho de una retórica fácil 
donde la ola muere en la playa,
donde la corneja vuela entre las fábricas en ruínas, 
donde la madera se pudre crujiendo bajo un sol de plomo.
Tú que estás en la base de mis sueños 
y me sacudes mi alma llena de metamorfosis
y que me dejas tu guante cuando beso tu mano.
En la noche están las estrellas 
y el movimiento tenebroso del mar,
de los ríos, de los bosques, de las ciudades, de las hierbas, 
de los pulmones de millones y millones de seres.
En la noche están las maravillas del mundo.
En la noche no están los ángeles guardianes, 
pero está el sueño.
En la noche estás tú.

En el día también.


Rober DESNOS, El espacio de los sueños, 1975

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